“Pero tú, ridícula muchedumbre de mosquitos, ¿podrías decir siquiera la edad de una tortuga?”-- Ezra Pound
Las palabras nunca mueren ¿no es cierto? Persisten, a pesar de que lo que cada uno espera de sus significados, entonces por qué no intentar crucigramas disolventes, en los que cada línea, jugara a expresar cierto desgarro del lenguaje y del significado de las cosas ¡De rodillas! ¡Contra la pared! Estuvo bien mientras duró... soñar desnudo en la jugosa espesura lírica, con los estribos agotados en la épica cabalgadura del otro lado, en las cargas de profundidad de la simulación no hay senda expresiva que recorrer y nada se corresponde con un puñado de enigmáticas frases en papeles inútiles sino que, la mayor parte de ellos, se deben a retazos de momentos, instantes inacabados, a menudo, sin resolver y que por muy irreales que puedan parecer entrañan una marca indeleble en la fragmentación de las imágenes que tiene más que ver con el diablo de nuestros ojos que con el tránsito de una enloquecida disolución gramatical, de una forma de narrar dinamitando la ficción, manipulando la inocencia, rememorando sus avatares, alentando la perplejidad, poniendo fuego a las travesías, haciendo astillas la trama y partiéndole el corazón a la fábula recreándonos entre el filo de lo imposible y la curva del disparate, desintegrando cualquier rastro de similitud con las intenciones expresivas de esa dispersión... ¡Perdón, un instante! Quizás, solo comparable a la que resulta de aplicar la probabilidad de certidumbre en las encíclicas papales”
*Bus donde se realizaban los tests de LSD en la zona de San Francisco en los años 60, fué conservado en una pequeña granja de Oregón por Ken Kesey, autor de la novela “Alguien voló sobre el nido del Cuco”