miércoles, octubre 17, 2007

El destello de una lluvia de cenizas contra un astro
apagado, con la evidencia de las luces últimas,
voluta de la noche que rinde viaje a la memoria,
donde circula el viento como un noble volcán
de la inquietud, de la duda, lava corrosiva que
galopa por la misma senda que aquellos ojos
brillantes entre las turbulentas aguas del pudor
para acabar sinuosamente en la bruma de
la próxima vuelta del destino; mientras un coro
de poetas locos toman el elixir de la vergüenza
convencidos de que la precaria certeza sobre la
que se sustenta el gesto no es más que un escorzo
venial del drama mestizo de la existencia.
¿Habrá algo más turbador que el combate entre la
punta de un Iceberg y la aleta de un Tiburón?


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